Perder una amistad duele. Es una despedida silenciosa que no siempre tiene un cierre claro, una ruptura que no necesariamente se grita pero que se siente en lo cotidiano: en los mensajes que ya no llegan, en las risas que se apagan, en los recuerdos que empiezan a doler.
LO MALO DE PERDER UNA
AMISTAD. Es esa sensación de vacío. Es darte cuenta de que alguien que conocía tu alma ya no estará para celebrarte los logros o sostenerte en las caídas. Es recordar los momentos compartidos y sentir que ahora viven un pasado que no volverá. Te enfrentan a tus errores, o a los suyos, o simplemente a que ya no encajaban. Y lo peor es que muchas veces, uno se queda con preguntas sin responder: ""¿Porque cambio?", "¿En que falle?", "¿Porque tuvo que terminar así?".
Pero TAMBIEN HAY BELLEZA AL SOLTAR. A veces, las amistades se terminan porque ya cumplieron su ciclo. Porque el crecimiento duele, y en ese camino, no todos pueden quedarse. Lo bueno de perder una amistad es que te obliga a reencontrarte contigo misma, a reconocer que mereces, a poner límites y sanar. Te abre espacios para nuevas conexiones más sanas, más reales, más reciprocas.
A veces perder una amistad es ganar paz. Y aunque no deja de doler, el tiempo enseña que no todo lo que se rompe se pierde... a veces, se transforma en aprendizaje, en fuerza y en amor propio.
Una amistad verdadera se construye sobre pilares como la honestidad, el respeto y el apoyo condicional. Reconocer estos lazos puede ser vital para saber a quién en momentos de alegría y también en aquellos de dificultad.
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Aceptación sin juicios: Un amigo genuino te recibe tal y como eres, sin esperar que te transformes en algo distinto. Este tipo de aceptación crea un ambiente seguro en el que puedas expresarte libremente.
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Apoyo en todo momento: No se trata solo de estar presente en las celebraciones; la verdadera amistad se mide cuando las dificultades parecen. Un amigo que se queda contigo en la adversidad es un tesoro.
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Comunicación sincera: La amistad se fortalece cuando existe una comunicación honesta, en la que ambos se sienten libres de expresar sus opiniones, emociones y críticas constructivas.
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Celebración de logros: Un amigo de verdad se alegra por sus éxitos sin sentir envidia. Mas bien, ve tus triunfos como una fuente de inspiración y motivación para ambos.
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Respeto por el espacio personal: Respetar la individualidad es esencial. La amistad no implica una visión de la privacidad, sino el reconocimiento de que cada uno tiene propios intereses y tiempos.